Acerca de mí






Admito que no sé bien cómo comenzar esta sección. Parece ser obvio que debe haberla, pues tú, mi estimado lector, querrás saber algo acerca de mí, y por eso estás aquí. Y ahí estriba el problema ¿qué es lo que quieres saber, lo que debiera contarte? Seguro que no te interesará demasiado el saber que soy abogado, que vivo en un país llamado Chile, o que tengo a mi haber un magíster de Literatura, con una tesis sobre el Cid y don Fernán González. Si estás aquí, es porque te ha interesado mi novela: Crónicas de una Espada, y quieres saber más de eso, es decir, de mí como autor.

Y resulta que esa faceta mía —la de escritor, o si lo prefieres, la del cuentacuentos— es la que viene de más atrás en el tiempo, la que precede a todas las listadas más arriba, y por lo tanto, la que menos sé explicar. Digamos, y caigamos con ello en un cliché, que es algo que simplemente se da. Una cierta inclinación. Si estás interesado en ello, podemos dedicarle un tiempo al por qué escribo, y cómo nació esta historia ¿te apetece? Sigue adelante.

Todo comenzó, creo, con un libro. O más bien, con la curiosidad. Me encantan las historias. Siempre me gustó oírlas y luego, también leerlas, cuando hube dominado ese arte. De niño me gustaba mucho explorar. Mi familia tiene una pequeña parcela en el campo, junto a una quebrada y un estero que corre caudaloso en invierno entre tupidas matas de toda clase de plantas. La gracia que tenía ese rincón del mundo es que, a pesar de que sólo es una parcela, por entonces no había más casas alrededor que la de algún tío... y eso significaba para mí tener hectáreas y hectáreas de campo y de bosques, y de esteros, y valles, y prados, y cerros: las cercas no significaban nada para mí y mis primos, todo era terreno abierto y libre. Y eso hizo de mí un explorador, que iba junto a algunos amigos descubriendo cada día lugares nuevos, con la admiración propia de los niños, nombrándolos e integrándolos en los juegos. Pues claro, jugábamos: yo inventaba historias, y éramos unos y otros héroes de esas historias. Una vara servía lo mismo de espada que de báculo, y las travesías por el campo no eran paseos, eran misiones.

Pero he dicho más arriba que creía que todo comenzó con un libro, y me he ido por las ramas. Y es que aún recuerdo esa frase decisiva de mi padre, animándome a aprender a leer: "cuando lo hagas, se te abrirá un mundo". Para mí, joven explorador, eso sonaba a tesoro escondido. Y lo es. 

En la lectura encontré mundos nuevos e inexplorados, al tiempo que también inspiración para mis historias y mis juegos. Tengo que decir que por entonces cambiábamos mucho de ciudad por el trabajo de mi padre, por lo que lo único estable para mí era esa casa en el campo, la familia y mis historias. Mi primer maestro fue Julio Verne, con una novela que aún recuerdo: "Un capitán de quince años". Luego vino Stevenson con "Ben-Hur" y luego "Ivanhoe". Al tiempo que, como todos los niños, alucinaba con los dinosaurios, terminé encandilándome con los dragones, y por ello con las historias de la Edad Media —cierta "veneración" por el rey Arturo y sus caballeros, que no comprendo del todo, puesto que sus historias no las leí hasta mucho después: supongo me llegaban por vía oral—: a Stevenson siguió Lewis y fui conquistado por la fantasía y por la idea de mundos paralelos. Por esa época descubrí también Ende y la "Historia Interminable" y ya te puedes imaginar el sobresalto al pensar en la realidad que podía tener la imaginación: por esa época, yo ya había creado y compartido con mis amigos en el campo todo un Reino de la Imaginación, con su capital, sus bosques, la historia de sus reyes: recuerdo incluso que se suponía que nosotros habíamos devuelto al trono a la reina Camila y al bueno de Jack, que terminó siendo rey.

Y entonces descubrí a Tolkien. Por supuesto, devoré sus libros. Puede ser que fuese en ese momento que decidiera empezar a escribir. Y empecé una larga labor de prueba y error. No era todavía "Crónicas de una Espada", pero se estaba ya gestando un mundo. Por primera vez, salía del ámbito de los juegos y comenzaba a ser una historia más personal, compartida entre yo y mis cuadernos.




Los primeros intentos no cuajaron. No pasaron del primer capítulo. Pero fueron asentando una cronología, un plan: fue ya algunos años después, cuando tenía catorce o quince años, que finalmente di a la luz el primer prólogo del libro actual. Obviamente, muy distinto de lo de ahora, que ni prólogo tiene. El paso importante fue darme cuenta que comenzaba algo que podía ser grande, y decidí dejar los cuadernos para empezar a teclear sobre un computador. 



Al momento de comenzar a componer la historia, en realidad no sabía nada. Ni siquiera tenía demasiada claridad sobre la historia misma: me abría camino palabra a palabra, descubriendo lo que me iba mostrando ese mundo nuevo. Hay algo vivo en el acto de escribir. Como si los personajes tuviesen, efectivamente, algo que decir, como si en cierto nivel la historia no dependiese del todo de uno. Yo tenía una idea global de mis objetivos, y comencé a trabajar sobre ella como el escultor que comienza con un gran bloque y va poco a poco dándole forma con el cincel. Muchas veces escribí y reescribí, y llegó el momento en que ya tenía planeado el relato entero: pasaron años y fui aprendiendo cada vez más del oficio, sentándome cada sábado para corregir y borrar los domingos, así durante años. Escribí y reescribí infinidad de veces.... pero esto ya es otra historia.

Creo haber cumplido en parte el objetivo de esta entrada: ya sabes un poco más sobre la génesis de "Crónicas de una Espada". Digamos solo que "El Lobo de Plata" es simplemente el primer Canto, inseparable de los otros cuatro que espero pronto también publicar.

Dejemos, pues, los motivos y los consejos de escritura para más adelante. Si te ha gustado, o quieres saber más, házmelo saber en los comentarios, consigue aquí El Lobo de Plata, y adéntrate en este mundo que empecé yo a recorrer hace algunos años.

Y si todavía quieres saber un poco más sobre lo que hago y lo que me anima a escribir, no dejes de pasarte por esta entrevista en la Revista Omnes.

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