Volver a la épica: Crónicas de una Espada, Canto I: El Lobo de Plata

 


Volver a la épica: Crónicas de una Espada, Canto I: El Lobo de Plata

Comienza una nueva saga de fantasía épica



Inicio estas líneas con una pregunta en la cabeza ¿por qué leer el libro, autoeditado por lo demás, de un autor novel? ¿Qué puede aportar este en un medio saturado ya por tanta tinta, como el de la fantasía? ¿Qué puede hacer que El Lobo de Plata, o más aún, la saga de la que es la puerta de entrada —Crónicas de una Espada—, valga la pena?



Esto no es una reseña. Ellas vendrán, en su tiempo, de parte de los mismos lectores, o quizá en los comentarios de este post. No. Lo que el autor puede aportar en un artículo como este es hablar de lo que está más allá de su libro, y luego dejar que sea la historia misma la que hable a sus lectores.



Sin embargo, primero habrá que hacer a lo menos una breve composición de lugar. Imaginen rápidamente un escenario: la Roma Imperial. Habrá venido a sus cabezas una imagen de grandeza. Pues deséchenla. Asistimos a la caída de la gloria del Imperio. Sin embargo, ocurre en otro tiempo, en plena Edad Media, digamos, siglo XI. Sí, el siglo que vio el nacimiento de la caballería; la victoria de Guillermo, el Conquistador; los golpes de la espada del Cid y también la toma de Jerusalén. Es un siglo que evoca heroísmo. Bien: a ese entorno cultural y anímico están habituados los personajes de la novela. Agreguemos ahora las causas de la caída: no son los bárbaros los que asolan el Imperio, como en la verdadera Roma, sino una guerra intestina, motivada por un desencuentro que es sobre todo espiritual, como en las guerras de religión que el mundo conoció en el siglo XVI y XVII. Y así lo hemos conseguido: tienen ya los ingredientes del contexto de Crónicas de una Espada. Claro que no estamos en Europa, sino en las Tierras Occidentales, y el Imperio que ve sus últimos días es el Imperio de Dáladon. En su interior, los fieles se enfrentan al alzamiento de los fenóritos, seguidores de los druidas que se apartaron de la fe plurisecular. Y los fenóritos están definitivamente ganando la guerra, habiendo liquidado ya al emperador y a los reyes. A aquellos que se mantienen leales al viejo Imperio ya no les quedan más que una o dos ciudades. Eso, y la confianza en una antigua y oscura profecía, que habla del surgimiento de una espadas… pero que nadie, ni los más sabios druidas, han sabido interpretar.



Vuelvo pues, a la pregunta inicial. ¿Qué tiene de especial esta historia? Para mí, es una vuelta al sentido más clásico de las historias épicas. Esas que traen a nuestra mente nombres como los de Roldán, el Cid, y otros famosos caballeros y reyes, como Carlomagno. Fueron precisamente historias de ese género, pero en el ámbito de la literatura del norte de Europa, las que dieron nacimiento en la cabeza de genios de la talla de Tolkien a los relatos que acabaron siendo el prototipo de lo fantástico, cuyo estribillo tantas veces se repite hasta nuestros días. Y ese mismo género, pero ahora desde su fuente más caballeresca de los cantares meridionales, puede dar pábulo a una nueva fantasía, o más bien, dotar de nueva forma a la antigua fantasía, pues sí, querido lector, no puedo renunciar a mi herencia tolkeniana.



Eso es lo que encontrarás entre las páginas del Lobo de Plata: un relato envolvente, lleno de acción y anclado en un arco de tiempo tan sencillo como lo es la historia de un asedio, de una larga batalla: en medio del furor de la lucha y del relucir de espadas, conocerás a personajes entrañables, con los que sufrir, amar y llorar mientras se defiende la patria, aún sabiendo que quizá ya no hay salvación. Se ha escrito mucho en torno a la Edad Media, pero suele hacerse, con honrosas excepciones, desde el sitial que la juzga una época tenebrosa, violenta y primitiva. La ambientación y personajes oscuros están a la orden del día. En esto, el Lobo de Plata ofrece un aire nuevo: los tiempos son oscuros, sí, o más bien, son decisivos. Es lo propio de toda “edad heroica” o tiempo de gestas. Pero en los corazones de los protagonistas, el lector encontrará, junto a sus miedos, esperanzas. Y aprenderá a ver a través de sus ojos con aprecio el tiempo en el que viven. El Imperio suele ser el villano en las producciones a las que estamos habituados. Pero ¿no es esto profundamente contrario a la mentalidad medieval, que se desvivía con la fantasía de que el Imperio Romano continuaba en la corona de los germanos, y soñaba con la reintegración de la cristiandad en una sola corona? ¿Es que no son los ideales de la caballería propiamente medievales? Y aunque la realidad sea muy distinta al imaginario medieval, lo que se plasma en la gesta es lo ideal. Y Crónicas de una Espada. Canto I: El Lobo de Plata pretende ser precisamente eso: una gesta cantada con las voces del mundo de hoy, tan necesitado en las oscuridades de nuestros tiempos —no necesito reseñar cuáles: cada quién se encuentra con luces y sombras a diario, y sabrá a lo que me refiero— de los altos ideales del mundo de ayer, para también nosotros vivir la gesta con la que venzamos los desafíos del ahora. 

(Este artículo fue originalmente publicado en el blog novelas de fantasía, a quien aprovecho de agradecer una vez más. El libro lo pueden encontrar aquí).

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