El caso de Arnaldos, o de cómo dar profundidad a un mundo imaginario

 



El proceso de escritura de Crónicas de una espada, como ya saben mis lectores más antiguos, me tomó varios años. En esta saga, se cruzan historias a muchos niveles, que pueden ser descubiertas en varios niveles de profundidad.

Hace poco, hubo un lector que me comentó que ciertos personajes daban "fondo de armario" a la historia, y esa expresión me dejó pensando. Es que cuando te empeñas en contar una historia en la que el destino mismo de un mundo (o de parte de él) está en juego, necesitas más que solo la narración lineal que conduce la acción. En todo relato, lo primero es la verosimilitud. La historia, los personajes, deben sentirse reales. A su modo, deben ser reales. Esto es, necesitan profundidad. Fondo de armario.

Narrar es seleccionar. Nunca se puede contar absolutamente todo lo que hacen los personajes. Eso sería no solo tedioso, sino completamente innecesario. El lector puede bien suponer que "fuera de escena" la vida sigue, y los protagonistas descansan, comen, charlan... mientras más amplio sea lo que se cuenta, mientras más destinos estén en juego, son más las cosas que pasan en el backstage y que pueden afectar a lo que se ve en primer lugar. Y por supuesto, son más las cosas que han pasado antes de iniciar la narración, y que son importantes para la misma. 

Otro lector, luego de terminar el Canto I: El Lobo de Plata me dijo que le había gustado mucho la escena en que sir Wiliam y el gobernador Edwin les daban su misión a los protagonistas, Damián y Julián, en la sala de piedra. Su comentario fue, más o menos, que el pasaje mostraba que esos dos (William y Edward) habían tenido que hacer cosas similares a las que ahora encargaban ahora a sus pupilos; es decir, que tenían historia previa. ¿Cuáles habrán sido las aventuras de juventud del capitán y el gobernador? Sinceramente, antes de esa observación, yo mismo no lo había pensado. Y vuelvo al punto: puede que hayamos comenzado a contar un relato concreto y acotado, pero la historia de nuestro mundo de fantasía no comienza necesariamente, ni gira en torno solamente, a nuestros protagonistas. Tal y como ocurre con la propia vida en el mundo real.

Si vas a contar una historia en un mundo imaginario, debes aportar ese fondo, esa densidad, que en una novela histórica o situada en el planeta Tierra ya está dada naturalmente por la experiencia compartida de la humanidad y que cualquier persona con un mínimo de cultura conoce. El desafío de la construcción de mundos es que todo el lore de referencia lo debes aportar tú mismo. Y sin que se vuelva tedioso a niveles enciclopédicos, que eso usualmente no es lo que necesita ni la historia ni el lector.

Es lo que hace Tolkien, por ejemplo, cuando en El Señor de los Anillos los personajes oyen la Canción de Beren y Luthien, o cuando los elfos de Rivendel se ponen a compartir historias de tiempos pasados, o se describe a Glorfindel como un alto señor de los elfos que ya antes combatió a las fuerzas del mal: con esos pasajes, se nos permite una ojeada a un momento antiguo, que aún afecta el presente de la historia, y da esa sensación de profundidad, de que el mundo que estamos pisando es denso, verosímil. 

Algo parecido aportan esos personajes que están en segunda o tercera línea: si al escribir y pensar la historia uno no los abandona y tiene presente sus cualidades, podrán volver a aparecer, recordándonos que la vida continúa.

Creo que el punto quedará mejor explicado con una experiencia personal, un ejemplo concreto de Crónicas de una espada. Se trata de Arnaldos: el capitán de la Guardia Imperial, paladín de Dáladon.

Si no te suena el nombre, pese a que te has leído los libros, es completamente normal. Arnaldos es una de esas "presencias" que gravitan sobre la historia pero que jamás entran de lleno en ella. No conocerás sus hazañas hasta que llegues al Canto IV. E incluso allí, no le verás: solo hablarán de él quienes le conocieron.

A decir verdad, su nombre ya ha aparecido otras veces. El capitán William lo menciona en sus reflexiones en los primeros capítulos de El Lobo de Plata. Si ya has leído la Corona de las Montañas, su recuerdo sigue vivo entre los miembros del Consejo de Gáradras, además de ser citado por el propio sir Edward, que formó parte de la misma Guardia Imperial. Y si leíste Orencio y Eloísa también encontrarás alguna mención fugaz.

Y es que Arnaldos, aunque no lo "veamos" nunca, es importantísimo. Sus acciones siguen siendo decisivas en los días de la guerra contra los fenóritos, pues cambiaron el curso de la historia. Su ejemplo y su final son la inspiración de personajes tan relevantes como sir Edward o Damián de Siar. En la personalidad del primero, hay huellas del trato que tuvo con ese héroe, quien fuera su capitán cuando estuvo al servicio del emperador. Y aunque Damián no haya oído de él por ser muy joven y por culpa del aislamiento en la sitiada Siar, ciertamente llegará a ser una figura importante de su camino.

No quiero dar detalles de la historia de Arnaldos, para no arruinar las sorpresas. Pero sí puedo decir una cosa: ni yo sabía demasiado de Arnaldos cuando comencé a escribir. No estaba entre los personajes que pensé al comienzo para la novela. Tampoco en ninguno de los arcos proyectados de la historia de los protagonistas. Su aparición puede haber sido fortuita: sinceramente, no lo recuerdo bien. Quizá fue una cuestión de necesidad.

La primera vez que lo vi, fue en un dibujo, como suele ocurrirme (está fechado en abril de 2009). Hice esta escena, en la que se representa a un hombre que trae noticias al emperador en Dáladon:



El emperador se levanta, preocupado, al oír lo que dice el caballero. Las noticias son hechos que no presenciamos en Crónicas de una espada, pero que sí oímos muchas veces: los fenóritos han derribado la muralla del norte y penetrado con un gran ejército las fronteras del Imperio. La guerra comienza.

Cuando hice ese dibujo, llevaba varios libros escritos de la saga. Y no sabía todavía que el caballero se llamaba Arnaldos. No fue sino al llegar a los hechos del Canto IV que conté la historia del capitán de la guardia. Más o menos por esa época debo haberlo dibujado un par de veces, en cuadernos de apuntes (estudiaba todavía en la universidad, y esta historia me tomaba parte de mi cabeza). Pronto, su presencia se agrandó. Me di cuenta que ese paladín había tomado un rol fundamental, después de la caída de los reyes y del emperador. Era un héroe, del que yo no sabía gran cosa aún ¡pero era claro que todos en las Tierras Occidentales sí que sabían de él! La vida de Arnaldos había marcado el curso de la contienda. Entonces ¿dónde estaban esas huellas en mi relato?

Al volver a revisar los libros anteriores, las encontré. Y sembré aquí y allá alguna referencia. En las revisiones, suelo atar cabos de esas historias "del fondo", que van conectándose y dando densidad al mundo. De ese modo, voy creando el folklore, las referencias, de mi propio universo. Nunca serán tan amplios como el de nuestro mundo real, en el que se han entrecruzado innumerables vidas de hombres y mujeres e infinitos puntos de vista. Pero basta con dar esa sensación de amplitud, esa mirada al pasado y esas conexiones bien puestas con el presente ¿no decíamos que escribir es seleccionar?

Si eres o quieres ser escritor, esta es una de las razones de por qué es tan importante darle un tiempo a la historia después del punto final. Dejar reposar, y volver a leer, revisar varias veces, no cerrar la creatividad: en la medida en que dominamos la historia "vemos" nuevas conexiones, o nos percatamos de vacíos desapercibidos, fecundos para nuevos relatos, o para ser rellenados... o quizá no: quizá convendrá hacer explícito ese vacío y aprovechar para dar un poco más de tensión a la trama principal. Haz preguntas a los personajes. Considera qué saben y qué no saben, con quiénes se han topado y con quiénes no... y qué versión de las historias del fondo conocen o desconocen. Esto último puede ser interesante, y aquí solo lo digo de pasada: es muy probable que haya más versiones de un mismo relato, y que las versiones, sin ser en sí mismas mentirosas, se contradigan. ¿Sabías que tanto el Imperio de Dáladon como los varnos de Ízgar creen haber ganado la Guerra de la Frontera, que los enfrentó algunos años antes de los hechos de Crónicas de una espada? Antes de que repliques que eso es absurdo, que no puede darse que dos pueblos en guerra crean al mismo tiempo ser los vencedores, déjame contarte que eso es algo que ya ha ocurrido en el mundo real: tanto la alianza chileno-peruana como España se proclaman victoriosos de la misma guerra naval, sostenida entre esas naciones en 1865 y 1866.

Y si eres lector, esta es una de las razones por la que, al encontrar un buen libro, en el que se intuye esa densidad (sea o no fantasía), son tan satisfactorias las relecturas: la narración, si es buena, siempre se actualiza de un modo nuevo, y el propio conocimiento de la trama permite penetrar más profundo entre las capas del relato.

Arnaldos fue un gran paladín de la corte imperial, amigo y capitán de sir Edward. En sus hombros estuvo por breve periodo el peso de todo el Imperio, y su afamada coraza, con el águila de tres cabezas grabada en ella, pasó a ser el símbolo de su su lealtad y resistencia ante el poder del enemigo. Pero fue, además, uno de esos personajes que me permitieron descubrir nuevas capas de mi propio mundo, de la historia de las Tierras Occidentales. 

Por supuesto, no es el único. Hay capas por arriba y por debajo. Algunos que existieron para sostener la historia, dejar su marca y luego ser desechados cuando la historia maduró y renuncié a uno u otro plano que ya no está presente. Otros que tienen un paso efímero pero importante, y otros que solo incoan historias contadas a medias. Es que al pasar por la vida también quedan cabos sueltos, que solo ataremos en la eternidad, cuando veamos cómo confluyen todas las historias. Lo importante, si estás creando una historia en un mundo imaginario, al nivel que sea, es que no olvides que esas "historias de fondo" pueden ser tan importantes como la trama principal. Está bien que te enfoques en esta última —escribir es seleccionar— pero no olvides que tu mundo y personajes tienen más vida que la que ahora estás contando.

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