Damián de Siar



"Él era un joven de diecisiete años, aunque contra el parecer de los mayores se sintiera todo un hombre: si bien era delgado, su buena estatura y la fuerza adquirida por la disciplina marcial bien podrían, pensaba, haberle añadido uno o dos años más. No obstante, su revuelta y crespa cabellera castaña enmarcaba unas facciones proporcionadas en las que centelleaban, demasiado juveniles, un par de ojos café oscuros que, para los veteranos de otros tiempos, revelaban patentemente su corta experiencia en esta vida.
(Canto I: El Lobo de Plata)


Damián de Siar comienza su historia en Crónicas de una espada como escudero de sir William, en su ciudad natal. Joven, un poco impulsivo y a la vez algo distraído, no le falta coraje para enfrentar al enemigo. La guerra es parte natural de su vida, después de cinco años de duro asedio y de los repetidos asaltos que hubo de enfrentar, una y otra vez, sin perder el ánimo. Pero su historia está llamada a crecer e ir mucho más allá de los muros de Siar, más allá de las montañas, más allá de las provincias del norte, hacia el corazón mismo del Imperio. El final de la batalla por Siar marcará su vida, la última misión recibida de sir William lo encaminará junto a su buen amigo, Julián, por derroteros desconocidos para ellos hasta entonces. Y el día en que tome por primera vez a Néoplon, la legendaria espada, entre sus manos, sellará para siempre su destino: el escudero deberá vivir aún muchas cosas para llegar a ser caballero, y deberá aprender a contar sobre sus amigos y camaradas para vencer sus propias sombras, antes de enfrentarse al enemigo final.


Damián es el protagonista (o uno de los protagonistas, pues la historia de Julián, aunque llame menos la atención en la saga, es igualmente central) de Crónicas de una espada. Es un personaje que evoluciona mucho a lo largo de los cinco libros, y en este dibujo quise representar esa evolución físicamente: en medio de la saga, Damián es un soldado valeroso que emprende su misión. El día en que enfrenta el desafío final muchas cosas han pasado, y una barba de un mes, símbolo de su maduración, recubre por ese entonces su rostro.


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