Sir William Paladais


"Llegó entonces el ruido de pasos hasta la estancia y se detuvo en ella y, junto con él, hizo entrada un hombre de porte imponente, solemne y marcial. Unos ojos azules y penetrantes se posaron sobre el joven Damián, quien sintió sobre sí toda la autoridad de aquella figura, reflejada de algún modo en su impecable uniforme, bajo el que relucía una centelleante armadura. Su rostro, que expresaba ya la experiencia de sus cuarenta y tantos años de vida, parecía encendido por su tupida barba y cabellos pelirrojos, que competían con el elegante penacho que coronaba el yelmo abierto sujeto bajo el brazo, mientras su mano enguantada se posaba sobre un puñal de bruñido acero, hermano sin duda de la rica espada que colgaba al otro lado de su cinto, la que a tantos enemigos había abatido y que tan fielmente había defendido la ciudad. En fin, terminaba por señalarlo como hombre de armas y fiel soldado de su patria el gran escudo que portaba a sus espaldas, en el que campeaba el emblema de Siar: el lobo de plata sobre campo azul.

Nada más detenerse en la habitación, a la autoridad de su porte y mirada se unió la de su clara voz"

Crónicas de una espada, Canto I: El Lobo de Plata. 


Capitán de las huestes que defienden las murallas de Siar, el experimentado sir William lidera sus hombres con valor y fiereza. Dispuesto al sacrificio supremo, no cejará jamás en la lucha y su ejemplo de integridad y coraje resonará por siempre en el corazón de su joven e inexperto pupilo, Damián de Siar, a quien confiará las últimas esperanzas del Imperio, mientras él y lord Edwin, junto a los últimos hombres de la ciudad, hacen frente por última vez al enemigo "ganando la gloria que en héroes convierte".


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